En los últimos años se ha masificado la interacción gracias al Internet. Las nuevas tecnologías se han integrado en nuestra vida a tal punto que intervienen en nuestras relaciones sentimentales. Un estudio ha revelado cómo afecta la conectividad móvil y las redes sociales en nuestra forma de relacionarnos con nuestras parejas.
Por un lado, se facilita el camino para conocer e intercambiar puntos de vista con gente nueva. Por otra parte, las relaciones de pareja se ven amenazadas por la constante exposición a gente nueva.
Existe la tentación de tener otros vínculos fuera de la pareja, siempre ha existido, el Internet facilita y acelera las posibilidades reales de tener acceso a otras personas como nunca antes había sucedido. Una de las principales causas de conflictos entre parejas se da por el tipo de coqueteo que generan las redes sociales.
Estudios recientes han demostrado que la mayoría de los chats giran en torno al sexo y los encuentros fugaces; mientras que la mayoría de los hombres suelen caer en la tentación de vivir encuentros con mujeres desconocidas, muchas mujeres suelen reencontrarse con algún “ex”.
Facebook y Whatsapp son aplicaciones que facilitan la comunicación interpersonal tanto con personas cercanas afectivamente y con grupos de pertenencia, como con desconocidos, o conocidos de nuestros conocidos. También permiten monitorear las actividades de otros: identificar si un mensaje fue visto y a qué hora o si alguien estuvo conectado y hace cuánto tiempo, entre otras posibilidades.
El acceso a nuevas amistades y potenciales parejas ocasionales o establecidas se ha incrementado con las redes sociales; ya no se limitan a los encuentros presenciales en ámbitos territoriales como el barrio, la escuela, el trabajo, la fiesta o el viaje.
Ahora tienen la posibilidad de buscar y explorar el perfil de alguien que conocieron de manera casual, contactar con parejas potenciales a partir de que la foto del perfil les parece atractiva, o buscar a un amigo o conocido del pasado para intentar reiniciar una relación, entre muchas otras posibilidades.
Pero también funciona como un anuncio que exhibe la propiedad sobre la pareja, que pretende limitar las amenazas de otros y otras. Así, parece operar tanto en el sentido de buscar la aceptación social, como de marcar el territorio propio para ahuyentar a otros prospectos.
Pero siempre hay riesgos…
DIVORCIOS SE MULTIPLICAN
Como expresa el dicho popular “no todo es color de rosa”, los celos se han potenciado con las nuevas tecnologías. Recientes investigaciones han pretendido relacionar el aumento del porcentaje de divorcios con el uso de las conocidas redes sociales, pues es una realidad que éstas brindan mayores probabilidades de contactar antiguas parejas o aventurarse en nuevas relaciones. Incluso existen ciertos informes que atribuyen al uso del móvil un porcentaje determinado en la ruptura de vínculos amorosos.
Por otro lado, estas redes pueden ser usadas por individuos controladores y celosos para acechar a sus compañeros sentimentales en busca de supuestas infidelidades. Pero el hecho de valerse de estos medios para conseguir relaciones extra matrimoniales no encuentra su única razón en las redes sociales mismas, sino en otros factores, no tan simples de analizar a simple vista. “Asimismo, la utilización de estas herramientas tecnológicas para hostigar a alguien no se debe a la existencia de las redes sociales, sino, probablemente, a la inseguridad de algunos usuarios”, afirma la psicóloga Viviana Gómez.
LA NUEVA PRUEBA DE AMOR
Un tema especialmente revelador del efecto que tienen las nuevas tecnologías en las relaciones de pareja es la práctica de compartir la contraseña o negarse a ello. Tal asunto concentra un profundo significado respecto de la confianza entre ellos o en un sentido inverso, al respeto al espacio personal ajeno a la pareja. Otorgar la contraseña de sus redes sociales o de su celular a la pareja constituye una nueva prueba de amor que algunos jóvenes se exigen entre sí como muestra de confianza absoluta, prueba que unos rechazan y otros aceptan.
Para algunos jóvenes el pedir la contraseña a la pareja es algo inaceptable y genera intensos conflictos. Por ejemplo, para Fernando (23 años), quien se la negó a su novia:
No tenía nada que ocultar, simplemente yo le daba tanto de mi tiempo y tanto de mi persona en general que sentía que si le daba mi contraseña de Facebook ya estaba perdiendo toda posesión de mí. Necesitaba sentir como que todavía tenía algo mío, como mi celular también tenía contraseña, también me la pidió y nunca se la di. Y lloraba y me hacía berrinche porque no se la daba y pensaba que la estaba engañando por eso, pero no. Es casi como una necesidad humana tener tu privacidad.
No hay que olvidar que la web 2.0 está integrada en nuestras vidas de tal forma que uno puede saber lo que hacen casi todas las personas de nuestro universo social pero, de la misma manera es imposible mantener un control absoluto de las conversaciones y mensajes que intercambie nuestra pareja con sus contactos.
Muchas parejas adolescentes hacen votos de confianza al intercambiar las respectivas contraseñas, pero está comprobado que esto sólo lleva a incrementar la curiosidad y vigilar al otro más que antes. Pronto se interpreta mal un mensaje y aparecen las fricciones.
“La mejor manera de superar la paranoia o el peligro potencial que representa la promiscuidad social de Facebook y Whatsapp y otras redes es haciendo énfasis en actividades con la pareja y buscar afinidades en común para acercarse al otro, como: actividades al aire libre, salidas al cine, el cuidado de una mascota, los deportes, etc.”, dice la experta.
Agrega que una pareja que mantenga su vínculo sanamente consolidado y fortalecido por afinidades, atenciones mutuas, entendimiento y por sobre todo sinceridad, tiene muy pocas posibilidades de que su relación se vea contaminada por la tentación de mentir.
FUENTE: Archivo Ecos de Tarija